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Biblioteca y posibilidades


El espacio de la biblioteca, a pesar de que técnicamente este dirigido a la catalogación y conservación de un acervo bibliográfico, es por aquello mismo que alberga que se torna un espacio de interacción comunitaria primordial. Más allá de los avatares de la nueva tecnología de nuestra época, por los cuales ahora prácticamente cualquiera puede acceder y almacenar una enorme cantidad de libros o textos en algún dispositivo electrónico; las bibliotecas no dejan de ser un espacio intersubjetivo de encuentros inhóspitos.Detenerse en el objeto, sentirlo, respirarlo, asimilarlo en sus pliegues, sobrepasa cualquier relación con la pantalla líquida de la computadora, la tableta o el teléfono inteligente, puesto que es por medio de los elementos paratextuales (y no sólo del texto en sí) que el sujeto se deja fluir y encuentra el peso de su singularidad. En la institución del libro no sólo existe el autor, igual hay editores, traductores, libreros y bibliotecas (y más), que se preocupan por el acontecimiento que está en cada libro como objeto. En la biblioteca se pierde cualquiera, puesto que de antemano los libros toman nuestro tiempo y lo hacen espacio; estar rodeado por ellos suspende nuestra mente en las posibilidades de ser-con-eso que contiene; leer no sólo cumple una suerte de comunicación con aquel que escribió el libro, sino que nos da la posibilidad de derivar otro de uno mismo en la lectura, de descubrirse distinto. Inevitablemente, sea para bien o para mal, uno no es igual después de la lectura. Por eso al entrar en una biblioteca, que permite la confrontación con tantos espacios textuales, uno podría sentir vértigo por no saber dónde empezar. La biblioteca es un espacio de juego, donde cualquiera puede olvidarse de lo que es y de las pretensiones; la interacción se vuelve lisa y anacrónica, no sólo nos encontramos con nuestras memorias, también con nuestras ensoñaciones, lo que pudimos ser, lo que deseamos aún o lo que seguimos buscando. La biblioteca nos recuerda nuestra vulnerabilidad puesto que no se dirige a fortalecer directamente nuestra trascendencia, antes y por siempre fluimos en ella, con otros tantos lectores que también fluyen, y aterrizamos no siempre en el libro que teníamos en mente (no hay libros en mente), por el contrario son los libros los que nos eligen y nos acogen.Es por eso que esta exposición nos muestra brevemente, eso que nos falta pero que los libros completan, como una almohada donde descansar nuestra pesada carga de ser.Debemos dar gracias siempre a las bibliotecas, por ensañarnos a ser otros necesariamente.

Víctor Fernández H


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