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Lectura Kawabata


“Suicidio por amor” en Historias en la palma de la mano de Yasunari Kawabata

¿Se han preguntado por el significado que le damos a los objetos?, ¿cómo sin que nos demos cuenta: el reloj de pulsera del abuelo, el vestido de bodas o el juguete que guardo desde niño; cobran importancia? O ¿cómo las pequeñas cosas que pasan frente a nosotros están llenas de relevancia simbólica para nuestra vida? Uno sigue su día a día con una noción muy efímera de lo que pasa, y la percepción de la realidad se nubla cada vez más, con el bombardeo de imágenes y sonidos que recibimos de los celulares, las computadoras, los televisores o de la misma radio. Creemos que lo importante está en otra parte, en otra ciudad, con otras personas o a través del consumo de ciertos productos. Sin embargo, hay quienes son sensibles de los acontecimientos, que a la vista común pasan desapercibidos. Estimado lector, lectora, en este semana te vengo a recomendar un texto de Yasunari Kawabata, uno de los escritores japoneses más importantes del siglo XX, ganador del Premio Nobel de Literatura de 1968. Nuestro autor, fue reconocido por sus novelas, en las que destaca una descripción poética aparentemente sencilla, sea con elementos oníricos, fantásticos o psicológicos. En su narrativa es característica la interacción de objetos en las asociaciones de la mente humana, de tal forma que elementos que podrían parecer distantes en el afuera, cobran relevancia simbólica para los personajes y su historia. Lo más común o insignificante, podría transformarse, en el elemento más aterrador o amenazante. Como ejemplo les leeré un cuento, “Suicidio por amor”, que forma parte del libro de relatos Historias en la palma de la mano. Le llegó una carta de su marido. Habían pasado dos años desde que él le había tomado aversión y la había abandonado. La carta venía de una región lejana. “No permitas que la niña rebote la pelota de goma. El ruido llega hasta aquí. Y me afecta el corazón.” Ella quitó la pelota de goma a su hija de nueve años. Una nueva carta llegó desde otra oficina postal. “No mandes a la niña con zapatos a la escuela. El ruido llega hasta aquí. Y pisotea mi corazón.” En lugar de zapatos, le dio a su hija blandas sandalias de fieltro. La niña lloró y no quiso ir más a la escuela. Llegó otra carta de su marido. Había sido despachado sólo un mes después de la anterior, pero repentinamente la caligrafía parecía la de un hombre viejo. “No dejes que la niña coma en un tazón de porcelana. El ruido llega hasta mí. Y mi corazón se quiebra.” La mujer dio de comer a la niña en la boca con sus propios palitos, como si tuviera tres años. Y recordó el momento en que en verdad tenía tres años y su marido pasaba días dichosos a su lado. La niña fue a la vitrina por su cuenta y tomó el tazón. La mujer rápidamente se lo arrancó y lo estrelló contra una roca en el jardín: el ruido que resquebrajaba el corazón de su marido. De pronto la mujer levantó las cejas. Y arrojó su propio tazón contra la roca. ¿No era éste el ruido que hacía el corazón de su marido al quebrarse? La mujer arrojó la pequeña mesa en la que cenaban en el jardín. ¿Qué pasaba con ese ruido? Lanzó su propio cuerpo contra la pared y golpeó con sus puños. Se tiró como una lanza contra las puertas de papel y cayó al otro lado. Y con ese ruido, ¿qué pasaba? -Mamá, mamá, mamá. La niña corrió hacia ella, llorando, y la mujer la abofeteó. ¡Escuchen ese ruido! Como un eco de ese sonido, llegó otra carta. Había sido despachada de otra oficina postal en otra lejana región. “No hagas el menor ruido. No abras o cierres puertas ni deslices las puertas de papel. No respires. Ustedes dos ni siquiera deben permitir que los relojes en la casa hagan tictac.” “Ustedes dos, ustedes dos, ustedes dos”. Las lágrimas corrían mientras la mujer susurraba estas palabras. Entonces ambas dejaron de hacer todo ruido. Dejaron por toda la eternidad de hacer el menor ruido. En otras palabras, la madre y la hija murieron. Y, curiosamente, el marido, acostado al lado de ellas, también murió. La narrativa de Kawabata pasa como cuando ves nadar a un pato: en la superficie parece que navega tranquilo y armónico, pero debajo del agua sus patas no dejan de moverse intempestivamente. Los protagonistas perversos son las cosas y el peso silencioso con el que las sobrecargamos. Los objetos se transforman en símbolos que nos llevan a conflictos internos, de tal forma que el apego que tenemos hacia ellos, puede ocasionar traumas en nuestra psique. El autor pregunta, ¿qué pasaba con ese ruido?, ¿quién lo escucha?, ¿hasta quién llega? La reflexión que detona su narrativa me recuerda a un kōan, pregunta que, en la tradición del budismo zen, un maestro le plantea a su alumno: “cuando un árbol cae en un bosque ¿hace algún ruido si no hay nadie para escucharlo?” Con esta reflexión quisiera terminar mi intervención. Desde mi perspectiva, el árbol hace ruido, aunque no lo escuchemos, así como cuando damos todo por sentado y pensamos que no pasa nada, podría estar pasando un total acontecimiento que no percibimos, por no estar adecuadamente atentos. No olvides pasar a la biblioteca del Centro Cultural Lorca, si quieres leer esta o más obras de Kawabata. V.


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