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ALICIA TELESCOPIO

Después de la universidad hay tiempo libre. Este espacio perenne se aprovecha para tomar uno de los varios libros pendientes o desempolvar una lectura para regresar a ella, tal fue el caso de Alicia en el país de las Maravillas.

Quien lee Alicia se encuentra cayendo en el mismo agujero que descubre ese mundo extraño y pintoresco. Estamos cayendo, siempre. No hay en la obra un suelo que nos sea común: crecemos, nos encogemos y en cada vuelta de página acecha la duda de si no seremos nosotros quienes, con el tiempo, hemos también cambiado. Cedemos paso a paso a la pregunta: «¿éramos los mismos al levantarnos esta mañana?». Ya sea que la duda nos acerque (o aleje) de lo que somos, la sensación de continuidad es necesaria.

La historia de Alicia todo el mundo la conoce, sin embargo, mucho se ha especulado sobre el origen de este «País de las Maravillas». Se dice que bien pudo ser la representación de un hospital psiquiátrico, las palabras del Gato de Cheshire no salen sobrando: «Tienes que estar loca –dijo el Gato–; de lo contrario no habrías venido aquí». O bien, que en realidad la historia sucede en el inconsciente de Alicia. Puede ser también visto como la metáfora del lenguaje, algo bastante curiosismo y curiosismo, o como un intrincado juego lógico… La realidad nos dice, por una parte, que es el producto de las «fuentes de la fantasía»; la razón, por la otra, nos dice que hay algo escondido entre líneas que puede dar explicación a cada una de las teorías anteriores. Yo no dudo que Carroll, con lo alegre y juguetón que era, disfrute desde un lugar lejano a las personas que día con día llegan con una nueva explicación a su juego.

Con el estreno de la película a cargo de Tim Burton, hace 8 años, se introdujo la historia de Alicia a nuevas generaciones. Similar a lo ocurrido con la versión animada, se buscó resaltar un aspecto único de la historia: la de 1951, apegándose al libro, nos dio una Alicia infantil cuya travesía da como resultado la conciencia de uno sobre la imaginación: Alicia es realidad en tanto que es sueño; la de Burton explota la madurez de Alicia, en donde el mismo viaje, por las mismas tierras, da como resultado el cambio de la niñez a la adolescencia: de ahí que todo se conjugue para un mutuo desconcierto sobre el final del viaje:


¿te importaría decirme, por favor, qué dirección debo tomar desde aquí?

–Eso depende en gran medida de adónde quieres ir –dijo el Gato.

–No me importa mucho adónde… –dijo Alicia.

–Entonces, da igual la dirección


Definitivamente la historia de Alicia en el país de las Maravillas es siempre diferente y siempre la misma. A veces llegamos sin saber que llegaríamos y otras veces, es el texto, el cual se nos presenta tormentoso y sin sentido. Con cada nuevo desempolvo, las páginas de Alicia… nos traen un poco más cerca de lo que creíamos perdidos: infancia, inocencia, cordura… Miles y más miles de preguntas y pocas respuestas, ¿dónde empiezan las primeras y dónde las segundas? Esa es la tarea del lector, algo curioso y curiosote, en verdad.


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