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Teatro hispanoamericano contemporàneo

Jesùs Rodrìguez Barrera

El teatro hispanoamericano contemporáneo

Solo una vez vi un cuerpo dentro de un féretro. Estábamos en un salón con paredes demasiado claras, que contrastaban con las personas vestidas de un negro horrible. Aquel cuerpo con ropas elegantes no llevaba ya reloj, pero tampoco lo iba a necesitar en esa blanca eternidad a la que, yo pensé, iría. Las lágrimas comenzaron a pesarle y luego lo iba a hacer también la tierra. No recuerdo qué hice después ni si el cuerpo necesitó reloj y, por supuesto, nunca supe si el color de la eternidad es, en verdad, blanco.

Yo no tenía más de 7 años cuando pasó eso. Sin embargo, hace unos días, todas esas imágenes volvieron a mi memoria. Yo había terminado de leer “Funeral Home” de Walter Beneke. En esa obra de teatro aparece un niño de 10 años, Tommy, cuyos padres atienden una funeraria. Los míos no, ni siquiera sabían hasta hace unas horas que estuve alguna vez frente a ese cuerpo inanimado. “¿Y quién te llevó allí?”, me preguntaron. Mi abuela estuvo a mi derecha todo el tiempo, y yo comprendí que hay ojos que no vuelven a abrirse ni siquiera para soltar los ayes que a veces la boca calla.

Tommy seguramente ya lo sabía, tal vez ya estaba acostumbrado. Quizá su papá, El Encargado, y su mamá, Nancy, se lo explicaron antes de que viera un cuerpo y por eso actuaba tan normal frente a María, quien se había quedado viuda y lamentaba ver a su marido en esa caja de madera, pero que después se vio atraída por la oferta de un desconocido para irse con él. Después de leer estos acontecimientos en la funeraria, después de leer “Funeral Home”, cerré el libro un momento.

Luego quise descansar y observé la portada: rosa en la parte de arriba, verde por abajo, letras negras con amarillo para el título y para el nombre del compilador: Carlos Solórzano. El libro se titula El teatro hispanoamericano contemporáneo, fue editado por el Fondo de Cultura Económica, y reúne textos de ocho autores que representan, cada uno, a un país: Ecuador, Venezuela, Cuba, República Dominicana, Panamá, Nicaragua, Guatemala y El Salvador. Los colores de la portada son brillantes y las obras que componen esta antología no menos atractivas que ellos.

Si “Funeral Home” de Beneke trata el problema de la situación después de la muerte, vivida desde la perspectiva de quien lamenta la pérdida en la funeraria, “Juicio final” de José de Jesús Martínez trata el mismo asunto, pero vivido desde la perspectiva de un difunto que no llegó a esa blanca eternidad que yo suponía de pequeño, sino a un hueco negro y sin fin.

El Hombre de “Juicio final” se siente angustiado por haber perdido todo, incluso su nombre, y tiene miedo de quedarse en la nada o, mejor dicho, en ese hueco negro. Sin embargo, también sienten miedo otros personajes de otras obras. Por ejemplo, en “El tigre” de Demetrio Aguilera Malta, Aguayo, un joven de 25 años que se encuentra en la selva, le teme a un tigre y se siente siempre perseguido por él. Y, a veces, los miedos son demasiado tercos y no podemos deshacernos de ellos, como le sucede a Aguayo, quien trata de escapar en una canoa y no puede porque se da cuenta que también por el agua lo perseguía el animal.

Y así como los animales persiguen, suele también hacerlo el infortunio. Así sucede en “El robo del cochino” de Abelardo Estorino: Tavito fue acusado de robar y lo llevaron a la cárcel. Luego su padre se dirigió al patrón y le rogó que ayudase a sacar al joven de la cárcel, antes de que la muerte le alcanzara, como le pasó a ese cuerpo con ropas elegantes y sin reloj que vi dentro del féretro hace ya algunos años.

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